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jueves, 14 de junio de 2012

EL REFLEJO,HISTORIA DE TERROR


Caía la tarde, serían poco más de las 3 cuando mi hija cerró la puerta y colgándose de mi brazo nos encaminamos hacia una pequeña tienda que no queda lejos de casa. El clima era muy inusual, corría un viento frío y sin embargo el sol se mantenía radiante en un cielo despejado. El camino se me antojó un poco más largo de recorrer que en otras oportunidades, además no había gente transitando, no había automóviles, no había ni siquiera un solo perro que normalmente vagabundeaban por las calles, todo era un silencio perturbador pero finalmente decidí no prestarle atención al detalle pues la tertulia con mi niña era de lo más entretenida, haciéndome reír con las ocurrencias típicas de sus compañeros de salón y regañándola con cariño cuando me contaba una travesura que a mi juicio había excedido algún límite. Esa extraña brisa fría hacia que ella se aferrara a mi brazo con más fuerza, como si buscara algo más de calor mientras se lamentaba no haber traído su suéter. Atravesábamos ya un parque y una corriente de aire muy fuerte levantó mucho polvo del que tuve que cubrir el rostro con el brazo para evitar que entrara tierra a los ojos, y mientras con el otro brazo intentaba cubrirle el rostro a María Esther con el mismo fin. Sentí un escalofrío cuando noté que no estaba a mi lado... Procuré mantener la calma mientras pensaba "y ahora, ¿adónde se fue?" pero no podía, el parque es grande, sin árboles, ¿dónde esconderse? y ¿qué tan rápido podía cruzarse, si cuantas veces habíamos venido a jugar a las carreras sabía por esa experiencia que no podía desaparecer corriendo en menos de 5 segundos? Una sensación de desesperación empezó a invadirme... Me quedé parado con una sensación de aturdimiento, miraba alrededor, giraba en círculos sobre mí mismo buscando con la mirada, atisbando algún movimiento, el frío y el silencio no hicieron más que aumentar mi estado de pánico, no comprendía, ¿qué estaba sucediendo?, ¿qué hacía detenido allí como tonto? y ¡mi hija! ¿dónde está María Esther?. De tanta vuelta sentía que perdía la cordura, mi mente era un revoltijo de imágenes, sonidos y pensamientos, mi corazón no paraba de latir con más fuerza y mayor velocidad... Sentí que me desvanecería en cualquier momento, pero ¡no!, no dejaría que eso me pasara, ¡mi María Esther!, ¡tenía que hacer algo!. Logré dejar de girar sobre mi sitio, era cómico verme en una situación así, quienquiera que me haya visto se hubiera reído sin el menor remordimiento. Me ubiqué mirando hacia el lado del parque desde donde veníamos, y el cielo había dejado de ser azul para dar paso a unas nubes anunciando una tormenta. Empecé a caminar, mis pasos iniciales eran tambaleantes pero tomé fuerza y me encaminé hacia la casa, finalmente pude tomar una bocanada de aire y corrí. Toda ésta locura no tenía sentido, a medida que me aproximaba a la puerta buscaba en el bolsillo del pantalón la llave, tras sacarla con una mano nerviosa noté que ésta se abría y allí estaba ella parada con una sonrisa... Sentí volverme loco. - ¡Papá! ¿Estas bien? - ... - ¿Papá? - ... Me tomó de la mano y sentí recuperarme de ese algo que no sabía qué era... - No es nada hija... Es que pensé... ... ... olvídalo... - No entiendo papá, pero no importa... ¿Me das un abrazo? Cerré los ojos y la estreché entre mis brazos, ¡Sentí recuperar la tranquilidad...! Evitaba que una inquieta lágrima iniciara su camino por mi mejilla izquierda, la seque apoyando mi rostro en su hombro, y al levantar la vista para mirarla y ver lo bella que era y cuánto se parecía a su madre, sentí una alegría... Me miraba con curiosidad, porque bueno, no entendía nada... Pero, ¡un momento!, el espejo de la sala, ¡el espejo solo me reflejaba a mí!